NICOL, LA PERRA QUE LAMIÓ MIS HERIDAS
Gracias por haber llegado a casa una noche de verano. Gracias por ganarle a la parvo. Gracias por romper ropa y zapatos nuevos, anteojos, sillones... Gracias por dar vueltas corriendo sin parar alrededor de la mesa mil veces cuando yo volvía de Rosario. Gracias por lamerme las heridas que se veían y las que no también. Gracias por hacerte cargo de la manada. Gracias por hacerme reir y llorar. Gracias por los escándalos cuando olías chicle de menta y no entendías que las perras no pueden comer eso. Gracias por quedarte sentada con nosotros hasta la madrugada si había algún evento familiar. Gracias por saltar y demostrar felicidad cuando papá llegaba con bolsitas de carbón para el asado. Gracias por robar la pelotita y esconderla cuando queríamos jugar con las otras perras. Gracias por enseñarme a tener paciencia con una perra grande. Gracias por estos 17 años de amor y por salvarme tantas veces, Nicol de mi vida. Perdón. Gracias para siempre. Te amo.