MI ABUELO






Hace unos años empecé a hacer terapia.

En uno de los encuentros con Sebastián, mi psicólogo, él me propuso hacer un ejercicio.
-Cindy, necesito que hagas una lista con las 10 cosas que más alegrías te causaron durante la vida y la traigas la semana que viene.
Los días que siguieron a nuestro último encuentro me pasé pensando, más que nada, en mi infancia.
A la semana siguiente volví con la lista. Sebastián la leyó en silencio.
Luego de la charla de casi una hora, Sebastián me devolvió el papel, me pidió que lo lea nuevamente y que elija un momento feliz, el que me hizo más feliz.
Cuando leí la lista nuevamente, caí en que la mayoría de mis momentos felices habían sido con mi abuelo.
Recordé el día en que me regaló mi primera bicicleta. Yo siempre hacía (hago) caras de culo, y él me dijo que si no hacía más "cara fea", me la regalaba.
Recordé una navidad donde me dormí en su regazo y me despertó cuando Papá Noel ya había dejado los regalos.
Recordé el día en que se sentó conmigo en el sillón del living de su casa y me enseñó a atar los cordones de la zapatilla.
Recordé las vacaciones en Córdoba, donde moría por ir a ver a La Sole al festival de Cosquín y me compró las entradas.
Recordé los años en que me llevaba a danza y me daba una manzana y un sándwich, "porque ensayaba muchas horas".
En ese momento me di cuenta de que mi abuelo es la imagen masculina que marcó mi vida. Tal vez por su historia, tal vez por su ternura, tal vez porque me malcriaba demasiado.
Hace un par de 8 de marzos que mi abuelo fue a reencontrarse con sus hermanos y con su hijo.
Su regalo en mi vida es la ternura que me abrazó y me abrazará para siempre.
Puedo decir mucho más. Aunque a veces, muy pocas veces, hay que decir lo justo y necesario. Sobre todo cuando lo que una siente desborda el alma.

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