Entradas

NICOL, LA PERRA QUE LAMIÓ MIS HERIDAS

Imagen
Gracias por haber llegado a casa una noche de verano. Gracias por ganarle a la parvo. Gracias por romper ropa y zapatos nuevos, anteojos, sillones... Gracias por dar vueltas corriendo sin parar alrededor de la mesa mil veces cuando yo volvía de Rosario.  Gracias por lamerme las heridas que se veían y las que no también. Gracias por hacerte cargo de la manada.  Gracias por hacerme reir y llorar. Gracias por los escándalos cuando olías chicle de menta y no entendías que las perras no pueden comer eso.  Gracias por quedarte sentada con nosotros hasta la madrugada si había algún evento familiar. Gracias por saltar y demostrar felicidad cuando papá llegaba con bolsitas de carbón para el asado. Gracias por robar la pelotita y esconderla cuando queríamos jugar con las otras perras.  Gracias por enseñarme a tener paciencia con una perra grande.  Gracias por estos 17 años de amor y por salvarme tantas veces, Nicol de mi vida.  Perdón.  Gracias para siempre.  Te amo.

TOCAR FONDO PARA DESCUBRIR(SE)

Imagen
La sensación de tocar fondo es como quedarte sin aire bajo el agua. Si no intentás salir de ese lugar te ahogas.  Cuando no hay más abajo sólo queda subir, decían. Dicen.  Por momentos podés salir a la superficie y dar bocanadas de aire te ayuda a seguir.  A veces te volvés a hundir. Salís. Y así. Un tiempo así.  No era eso que pensaba lo que me rompió. Venía rota de antes. Esa pieza que se movió sólo me recordó la misma sensación. Hablé.  Me animé a viajar.  El mar cerró algunas heridas. Su inmensidad lo achica todo o lo engrandece o lo acomoda. No sé.  Volé. Bajé. Me perdí. Conocí. Caminé. Me enamoré. Pensé. Disfruté. Me excedí. Lloré. Frené. Me descubrí. Volví. Fuí. Soy.  Pasó el tiempo. Mucho tiempo. Poco tiempo. Ya no juzgo la intensidad o el desgano.  La ansiedad viene conmigo. No es una amiga, pero tampoco es un mounstro.  La perspectiva cambia constantemente y lo permito. Un día a la vez. Vamos viendo.  Cada tanto me gusta volver a tocar fondo, aunque sólo para ver pececitos de

LA PANDEMIA, EMPANADAS Y UN TE QUIERO

Imagen
"¿Mal?" Mal estamos nosotrxs, vos estás bien. Siempre estuviste bien  Hace casi dos años repito como un mantra que no está pasando, que no es real, que seguro vamos a despertar y nos vamos a reír de esta locura.  Hoy el dolor me tocó muy de cerca y no quiero hacer esto. No sé por dónde empezar, pero quiero hablar de él: Champú, mi amigo. A Champú lo conocí en la facultad. Decir que nos quisimos desde el primer día sería mentir, porque los dos somos mecha corta. Sin embargo, cuando nos dimos la oportunidad de saber más sobre el otro creamos un vínculo hermoso.  En la facultad organizamos un pequeñísimo espacio de militancia estudiantil llamado "La Camilo". ¡Fue un lío! Nunca dejamos de hacer líos en la facultad y tampoco de divertirnos.  Con Champú nos veíamos en el Cincuentenario en cada partido de La Unión.  "Tenés que comentar básquet, sos la única que lo puede hacer bien", me decía. Claramente no le importaba cuán preparada podía estar para hacerlo, per

QUIERO SER DE FRUTILLAS Y DE CEREZAS

Imagen
-Hay algo que me llama la atención de vos. -¿Qué? -Siempre estás pensando en el fuego. -Dani me dice chispa, creo que viene por ahí. Después del comentario que me hizo Anita, mi amiga mendocina, nos reímos. Estábamos comprando libros: "Cómo provocar un incendio y por qué". Hasta ese momento siempre me identifiqué con la tierra. Ni con el agua, ni con el aire, ni con el fuego. Siempre con la tierra. Pero no.  Amigarme con el fuego no fue fácil. No es fácil. El fuego quema. El fuego a veces necesita del agua para apagarse un poco, para regularse. Pero, también necesita del aire para encenderse. Nunca pude explicar bien mi relación con el fuego. Sólo sé que está y que me habita. Que existe y que es real.  De vez en cuando ese fuego busca salir. Algo parecido a la lava de un volcán que estalla y te dice aquí estoy. Por más de que no me veas, estoy.  Exteriorizar lo que no entendemos bien por qué está ahí adentro a veces se pierde en una necesidad que no encuentra la m

MI ABUELO

Imagen
Hace unos años empecé a hacer terapia. En uno de los encuentros con Sebastián, mi psicólogo, él me propuso hacer un ejercicio. -Cindy, necesito que hagas una lista con las 10 cosas que más alegrías te causaron durante la vida y la traigas la semana que viene. Los días que siguieron a nuestro último encuentro me pasé pensando, más que nada, en mi infancia. A la semana siguiente volví con la lista. Sebastián la leyó en silencio. Luego de la charla de casi una hora, Sebastián me devolvió el papel, me pidió que lo lea nuevamente y que elija un momento feliz, el que me hizo más feliz. Cuando leí la lista nuevamente, caí en que la mayoría de mis momentos felices habían sido con mi abuelo. Recordé el día en que me regaló mi primera bicicleta. Yo siempre hacía (hago) caras de culo, y él me dijo que si no hacía más "cara fea", me la regalaba. Recordé una navidad donde me dormí en su regazo y me despertó cuando Papá Noel ya había dejado los regalos. Recordé el día en que se sentó conmi